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lunes, 27 de septiembre de 2010

Vacaciones en la Costa Maya



Ha llegado pues, el momento de recordar y narrar los últimos momentos del viaje en bicicleta. Desde que llegamos a la ciudad de Campeche se tenía el fuerte sentimiento de no querer terminar la ruta, sin embargo, también se encontraba presente el deseo de cerrar el largo paseo y huir a unas merecidas vacaciones, descansar. Así que sin mayores complicaciones, más que el cansancio, la sed y el calor húmedo, llegamos en la tarde-noche a Mérida, Yucatán.


Hostal Casa del tío Rafa

Después de varios días de descanso en esta bonita ciudad, envié la bicicleta hacia Chihuahua, para lo cual se tuvo que conseguir una caja adecuada que resistiera el peso y el viaje en sí; así que visitamos una tienda exclusiva de artículos de ciclismo y nos obsequiaron la caja idónea. Y ahí nos tienen, paseando por Paseo Montejo, una de las avenidas principales, haciendo malabares para llevar la caja a su destino. Una vez en el hostal, se desarmó por completo la bicicleta y llegó el tiempo de decir gracias compañera, rodaremos pronto. Hasta luego. Por supuesto, hay cosas que no se dicen en voz alta.
Ella dentro de la caja y yo con todas mis cosas listas para tomar el camión directo hacia Bacalar (Pueblo Mágico ubicado a 30 kms de Chetumal) tomé el único taxi de toda la aventura hacia las oficinas de la paquetería Estrella Blanca y después de registrarla me dirigí, ya solo, a la central camionera de segunda clase para comprar mi boleto. La intención era tomar el autobús a las 5:00 p.m. y estar en Bacalar casi a media noche. Sin embargo recapacité y preferí viajar a las 11:00 p.m. para llegar a mi próximo destino poco antes del amanecer. Todo esto con el propósito de ahorrarme el hospedaje de una noche.
Pues a las ocho de la mañana del día siguiente yo ya me encontraba instalado en el hostal Ximba Li y caminando por el centro del pueblo.
El centro de Bacalar, en específico la zona del zócalo y el fuerte de San Felipe, es demasiado tranquilo, a pesar de que se observa bastante actividad fuera de esta área. La imagen de Bacalar es la propia de un pueblo mexicano; muchas calles sin pavimentar, en general limpias; perros por dondequiera; personas en bicicleta, a pie; casas humildes, muchas construídas con madera y cartón, situación que no se da, desde luego, en las zonas habitacionales pertenecientes a extranjeros.
Esta comunidad goza de tres atracciones principales: la Laguna de los siete colores, el Cenote azul y el Fuerte de San Felipe, también conocido como Fuerte de Bacalar.
Al día siguiente, 15 de septiembre, partiría rumbo a Mahahual, sin embargo fue el día que entró la tormenta tropical Karl, mi primera experiencia con un fenómeno natural de ese tipo. Esa mañana desperté entre la lluvia y minutos más tarde llegaron los ventarrones, así que decidí no abandonar mi pequeña guarida. Después de una hora llegó la calma e ingenuamente comuniqué a mi familia en Chihuahua que todo había pasado. No pasaron ni diez minutos cuando la verdadera tormenta llegó, así que, como yo estaba acampando en la zona de hamacas opté por resguardarme dentro del hostal, el cual para ese punto ya se encontraba inundado. La verdadera tormenta duró alrededor de 45 minutos y afortunadamente la casa de campaña se portó a la altura y sólo permitió la entrada de poca humedad por la parte del piso, nada de mayor importancia dada la intensidad de la tormenta. Por la tarde, ya con todo en calma, tomé mis cámaras y caminé hacia el zócalo con el propósito de evidenciar el paso de Karl. Las mayores afectaciones las sufrieron los árboles, mientras que Bacalar entero quedaba sin elecricidad. Con todo esto, los festejos preparados con motivo de la Independencia de México fueron cancelados.


Después de Karl (Zócalo de Bacalar)


Los estragos de Karl en Bacalar

El 16 de septiembre levanté el campamento y después de despedirme de Chucho y Giovanna caminé hacia la parada de camiones foráneos y finalmente, abandonaba Bacalar en un autobús que se dirigía a Cancún. La bajada fue en el cruce de las carreteras Chetumal-Cancún con la que va a Mahahual. De ahí, una señora consiguió un aventón hasta Mahahual y yo, amablemente me ofrecí como compañero. Cuarenta minutos después ya me encontraba conociendo el malecón de Mahahual.


Chucho con sus corrales, caballos y borregos. Con sus sueños.


Giovanna, construyendo.

La primera impresión de Mahahual no fue nada grata, ya que imaginaba a este pueblo caribeño como un lugar tranquilo y, sinceramente, un crucero en el muelle, bares con la típica música gringa, anuncios en inglés y precios en dólares me alejaban de lo que yo buscaba: un lugar tranquilo para descansar. Sin embargo, luego de andar un poco observé una casa de campaña a la orilla de la playa y a un joven que seguramente estaría habitando en ese lugar. Sí, era Ángel, un español de 28 años que ya llevaba una semana acampando en ese sitio. Después de charlar un poco con él y de expresarle que buscaba un lugar para acampar, Ángel mencionó que la persona que le había otorgado permiso para acampar en ese lugar era -sí, así como lo leen- de Chihuahua. En cuanto escuché el nombre de mi estado y ciudad, no pude evitar que se escapara una leve sonrisa, tal vez de saber que Chihuahua, aún en la Costa Maya sigue siendo un rancho, un enorme rancho, o, por saberme acompañado de un paisano. Ángel me presentó a Fernando, quien no vaciló en brindarme oportunidad de instalarme en lo que después se conocería como El lote.


Mi habitación de lujo en el Caribe, por $00.00

La primera noche en Mahahual fue de plática intensa entre Ángel, Fernando y un servidor; tres viajeros que intercambiaban experiencias, sentimientos y formas de plantearse la vida. Los días que siguieron fueron igualmente agasajadores. Despertarse a las 6:15 a.m. para disfrutar del amanecer, volver a la tienda de campaña a dormir un poco más, nadar, practicar snorkell, asolearse, volver a nadar, comer, caminar por el malecón en calzoncillos, tratar de poner orden en nuestras casas, tomar la ducha, leer, tomar fotografías, escuchar música, platicar, contar historias y chistes, saludar gente, sentir las miradas de los turistas y de los mismos habitantes de Mahahual fue nuestra rutina. Rutina que se podía romper con un buen e improvisado juego de Petanca -en donde me enfrenté a un campeón en la materia-.


Con Ángel en la piscina natural de El lote

La afinidad que tuve con Ángel creció a tal punto que, planeamos un viaje en bicicleta juntos, nos apropiamos moralmente de la parte de la playa en la que vivimos y la bautizamos como El lote; limpiamos nuestra reciente adquisición casi a diario, y por supuesto, nos defendimos de los ataques nocturnos de los cangrejos. Así pasó una semana entera hasta que llegó el momento apresurado de abandonar El lote, pues resultó que Volaris cambió mi vuelo. Así que mucho trabajo tuvo mi hermano de Chihuahua para que yo pudiera volar el 23 de julio como estaba programado. Después de la engorrosa gestión a la que se enfrentó Anthon, me comunicó que siempre sí viajaría el mismo día, pero con otra aerolínea, saliendo de Cancún a las 11:30 a.m. ¿Qué hacer cuando te avisan que vuelas al día siguiente en la mañana y sabes que el próximo autobús no pasa hasta el día siguiente seis horas después de que sale tu vuelo?


Las habitaciones de El lote

Inmediatamente seleccioné lo que podía viajar conmigo y lo que no. Únicamente viajé con lo indispensable; y aprovechando que me encontraba con un experto en pedir aventón, le pedí a Ángel que compartiera conmigo algunos tips. Tan buen maestro fue que a los cinco minutos de pararme a pedir un aventón que me llevara a la carretera Chetumal-Cancún lo conseguí.


El lote

A las 10:30 p.m. ya estaba en camino a Playa del Carmen, para dormir en la central camionera de la 5a y trasladarme a la mañana siguiente al aeropuerto de Cancún. No dormí en toda la noche y aprovechando la red inalámbrica, tuiteé hasta el amanecer: "Mañana nublada en Playa del Carmen. No hay más remedio que salir a caminar por la playa y por la 5a" (5:43 a.m.).
El camión directo al aeropuerto de Cancún salió a las 8:00 a.m. y una hora más tarde ya me encontraba documentando mi equipaje.
A las 4:30 p.m. ya me encontraba en Chihuahua dando la sorpresa a mi familia.
El periplo había concluído.

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